
La brecha salarial es un problema que carcome al mercado laboral chileno. Uno, porque implica una desventaja de entrada para la mujer que se somete obligadamente a una realidad hostil y, dos, porque parece una ecuación sin solución.
No importa el rubro ni el nivel educacional, al menos en las cifras, para que las mujeres chilenas puedan lucir una remuneración parecida a la de sus pares hombres. Eso, porque la encrucijada incluso castiga con más dureza a quienes dedican más años para estudiar y especializarse.