
El Trastorno del Espectro Autista (TEA) es un trastorno de origen neurobiológico que da lugar a dificultades en la comunicación e interacción social, así como en la flexibilidad del pensamiento y la conducta y, a diferencia de muchos otros síndromes, no se le asocia ningún rasgo físico característico que permita identificar a las personas como portadoras.
Eso hace que sus conductas –a veces disruptivas, extrañas y aparentemente rupturistas– sean cuestionadas por la población general y tantas veces transferidas a los padres o cuidadores como culpables de no saber “controlar” e incluso “educar” a sus hijos.